COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Esforcémonos por conocer al Señor

Vamos a volver al Señor. Este capítulo seis de Oseas es titulado como “vuelta superficial a Yahvé”. El miedo, la angustia, la desesperación ante situaciones que nos sobrepasan, nos hacen reflexionar y volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. Pero tendríamos que preguntarnos si nuestro deseo de volver al Señor, el único que puede salvarnos y darnos vida verdadera, es sincero o es superficial. Si acudimos a Él como si se tratara de un “fetiche” para que “nos saque las castañas del fuego”, o si realmente y con sincero corazón, acudimos a Él como nuestro Dios y Señor, que nos ama, nos cuida y nos corrige, como un Padre, para nuestro bien.

Esforcémonos en conocer al Señor. No se ama lo que no se conoce y cuanto más conocemos de algo o de alguien, más lo amamos. “Al conocimiento sigue el amor. Y amando, el alma procura ir en pos de la verdad y revestirse de ella” (Santa Catalina de Siena. Diálogo 1). El conocimiento de nosotros mismos nos lleva al conocimiento de Dios. Reconocer nuestra pobreza, nuestra debilidad, nuestro pecado, nuestra pequeñez, nos hace descubrir la grandeza del amor de Dios, su misericordia infinita. Y eso nos impulsa a ir al Señor con sinceridad y pureza de corazón.

Esta es la experiencia del salmista que, reconociendo su pecado, su pobreza y su desviación, se vuelve para suplicar al Señor, humildemente, su misericordia. Se muestra sin tapujos porque sabe que un corazón quebrantado y humillado, su Padre Dios, no lo desprecia, por el contrario, lo recibe y lo restaura. Pues nuestro Dios no se cansa de decirnos: Quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

El evangelio de hoy comienza indicándonos a quienes va dirigida la parábola: a los que, teniéndose por justos, se sienten seguros de sí mismos y desprecian a los demás. Y es que, volviendo a lo que decíamos del conocimiento, nosotros podemos engañarnos creyéndonos justos ante Dios y los hombres, por nuestras “buenas obras” (limosnas, ayunos, oraciones), pero Dios conoce nuestro corazón y sabe qué nos mueve por dentro y cuáles son nuestras intenciones e intereses. A veces nuestra limosna lleva una buena dosis de vanagloria, nuestros ayunos son egoístas y no nos conducen a compartir con los que menos tienen y nuestras oraciones, en vez de ser un abandono total en las manos de nuestro Padre para que se haga su voluntad y no la nuestra, es una interminable lista de “pedidos y de quejas”.

En cambio, como nos decía el salmista, un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor. Ante eso, nuestro Dios se desborda en Gracia y Misericordia. La oración y la actitud del publicano tocan el Corazón de Dios. Esta ha de ser nuestra actitud ante Dios y ante los demás, pues el que se humilla será enaltecido, y esa ha de ser nuestra oración, abandonarnos confiados a Dios, mostrándole sin miedo, nuestra pobreza y pecado: ¡oh Dios!, ten compasión de este pecador.   

 

Hno. Rafael Romero Licdo filosofía 

Comentarios

  1. No se ama lo que no se conoce, mientras más conocemos de Jesús mas lo amamos, el que se analtese a si mismo, será humillado,..DLB

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