COMPARTIENDO EL EVANGELIO

El Señor se arrepintió de la amenaza...

Este pasaje de la primera lectura nos recuerda uno de los momentos, podemos decir de los malos momentos, que vivió la alianza que Dios había hecho son su pueblo. El pueblo da la espala a su Dios: “se ha hecho un toro de metal, se postran ante él… y proclaman: Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”.

La primera reacción de Dios es la de un fuerte enfado que se traduce, en diálogo con Moisés, en querer abandonar a su pueblo a su suerte: “Mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos”. En estos momentos, sobresale la figura de Moisés, como el gran intercesor a favor de su pueblo, suplicando a Dios, con diversos argumentos, que le perdone y le siga considerando como su pueblo y no deje de ayudarle, y no le retire su protección y amistad. “El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.

Cuando llega Jesús, el Hijo de Dios, sobresale su actitud siempre perdonadora con los pecadores. Sus enemigos le acusan de que se acerca a los pecadores y les perdona. Es capaz de perdonar hasta sesenta veces siete, es decir, siempre. Por si fuera poco, ante Dios tenemos un intercesor, un abogado más poderoso que Moisés, a Jesucristo: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre, a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados”. ¡Mejor abogado no podemos encontrar!   

Un testimonio mayor que el de Juan

¿Quién puede testificar que Jesús, es el Hijo de Dios, el Mesías, como él asegura y que, por lo tanto, su mensaje es verdadero? El evangelista Juan en este pasaje nos presenta varios testimonios a favor de Jesús. Empieza por Juan el Bautista: “Tras de mí viene uno más fuerte que yo, ante quien no soy digno de soltarle la correa de sus sandalias”. El mismo Jesús nos dice: “El testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: “las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí”. También las Escrituras hablan de él y “ellas están dando testimonio de mí”. Un nuevo testimonio, quizás el más fuerte: “El Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí”. A lo largo de su vida terrena, el Padre siempre estuvo con él. En el momento de su muerte también estaba a su lado, como lo prueba que al tercer día le resucitó. El Padre Dios testifica así a favor de Jesús, su Hijo y de que su manera de vivir es la mejor manera de vivir la vida humana, que vence a la muerte y nos lleva a la resurrección de una vida de total felicidad.

A pesar de estos testimonios, en su tiempo y en nuestro tiempo, hay personas que no creen en Jesús y no siguen su mensaje de vida. En este evangelio hay una frase que Jesús pronunció seguramente con dolor: “No queréis venir a mí para tener vida”. Los misterios de nuestra libertad humana.

Hno. Rafael Romero Licdo filosofía 

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