COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Tú juzgas rectamente

Se nos presenta en la primera lectura la oración de súplica que lanza Jeremías por todo lo que Dios le ha revelado que quieren hacer con él, el cordero manso, fiel a Dios. El profeta que siempre denuncia al pueblo su alejamiento de Yahvé, el culto que tienen a los dioses y todos los pecados que están cometiendo, eso no gusta a nadie y quieren desprenderse de él. "Talemos al árbol en su lozanía que su nombre no se pronuncie más".

También lo harán con Jesús y con tantos profetas de nuestro tiempo que se ponen al lado de los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad y siguen denunciando los abusos de poder, maltratos y pecados que ahora también se cometen.

Pero nuestra causa, igual que Jeremías, siempre la debemos poner en manos de Dios. El es el único que ve el corazón de cada hombre, la rectitud de las conciencias y al fin el "único que nos ama de verdad y juzga  rectamente".  

Jamás ha hablado nadie así

Juan en este evangelio, cuando ya estamos en la recta casi final de la cuaresma, nos presenta a Jesús como motivo de discordia entre la gente, que como los días anteriores escuchábamos, se pregunta quién es de verdad Jesús. ¿De dónde viene? ¿Es el profeta? ¿Es el Mesías  tan esperado por el pueblo? Su predicación es tajante, es crítica, nos habla del Padre, habla con autoridad y su hablar es distinto a los demás, sigue denunciando, haciendo milagros. Y, ¿por qué es distinto?; porque está cerca de quien le quiere escuchar y lo aceptan;  estos son los pobres (no sólo de pobreza material), los desvalidos, los que no cuentan en esta sociedad, los que se acercan con corazón abierto y humilde y están atentos a sus palabras, sus gestos, su mirada y se sienten queridos, comprendidos y amados. Pero quien endurece su corazón ante Él la reacción es de odio y rechazo.

"Algunos querían prenderlo" sí, y aunque todavía no había llegado su hora ya están al acecho para hacerlo en cuanto se presente la oportunidad; de momento, "nadie se atrevía a poner las manos sobre Él".

 "Jamás ha hablado nadie así " le dirán los guardias a los sumos sacerdotes.

“¿También vosotros os dejáis embaucar?”. Ellos han escuchado a Jesús, lo han visto, y creen que lo que predica es verdadero, está lleno de sinceridad, su testimonio de Dios y su vida son coherentes. Los fariseos y los sacerdotes no quieren ni escucharlo, ni entenderlo; su ley, sus tradiciones es lo importante para ellos, su cerrazón a la Verdad no deja sitio para que sus corazones se abran a oír la palabra de Dios, esa que ellos tanto predican.

Nicodemo ya ha conocido a Jesús de cerca, ha tenido el encuentro profundo con Él, y por eso lo defiende porque  defiende " la Verdad" que es el mismo Jesús. "Estudia y verás que de Galilea no salen profetas", le responden a Nicodemo. Ellos siguen esperando a Aquel del que nosotros ya estamos disfrutando y viviendo.   

Hno. Rafael Romero Licdo filosofía 

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