compartiendo el Evangelio
Salvados por la misericordia de Dios
Reiteradamente lo pedimos en el salmo que se proclama este día. Es la apelación correcta en medio de las dificultades que debemos afrontar en lo cotidiano y en las diversas circunstancias de nuestra vida. Depositar la confianza en el Señor es la postura adecuada y la única coherente con la condición cristiana. El profeta se pone en manos de Dios. Jesús se puso en las manos de su Padre. Nosotros ¿qué haremos?
Estamos subiendo a Jerusalén
Se trata de un viaje: de Galilea a Jerusalén. En este viaje Jesús por dos veces expone a sus discípulos el objetivo del mismo. La primera vez antes de la Transfiguración, la segunda, ocurrida la misma ante Pedro, Santiago y Juan. En esta aventura somos invitados embarcarnos, con los mismos objetivos, medios y final. La enseñanza de Jesús es clara: “El Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles...lo crucifiquen y al tercer día resucitará.” El Profeta de Nazaret, como Jeremías, es perseguido y no falta la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Es lo que se maquina contra Jeremías y es lo que sucede con Jesús. También con el bautizado si es fiel a su vocación.
Por allí, nos dice el evangelista, andaba la madre de los Zebedeos. Quiere lo mejor para sus hijos y suplica a Jesús un buen puesto, un excelente empleo junto a él. La respuesta de Jesús pone de relieve la ignorancia que encierra la petición y cual debe ser la disposición: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?. Con prontitud respondieron Santiago y Juan que sí. Pero eso no significa que estén en la posición adecuada. No se trata de puestos, sino de compartir una misión recorriendo el mismo camino de Jesús: “Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». No se trata de puestos. Eso origina disputas sin cuentos y desviarse totalmente del camino que se debe seguir.
Al escuchar la petición y la respuesta, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Esta disputa encierra el deseo de poder y por el ejercicio del mismo, surgen la división y enfrentamiento. Israel se dividió en tiempos de Roboán, sucesor de Salomón. Judá y Benjamín quedaron fieles a la casa de David y las otras diez, se apartaron. El mismo problema que se repite a lo largo de los siglos.
Termina el pasaje del evangelio con una enseñanza de Jesús:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos». Esta es la clave de la misión: Servir sin servirse de nadie para obtener privilegios ni promociones. El referente y modelo es Jesús mismo.
¿Cuál es mi disposición?
¿Cuáles son mis objetivos?
Hno. Rafael Romero Licdo filosofía
Comentarios
Publicar un comentario